Cuando los catalanes llegaron a la isla de Vancouver, encontraron que allí habitaban unos pueblos de Humanos prehistóricos, de cazadores y recolectores.
Con sus gigantescas canoas de madera de cedro propulsadas por hasta cuarenta remeros, se aventuraban en el océano para cazar ballenas, que constituían la base de su alimento.
Sedentarios, no conocían la metalurgia de los metales, pero tenían una avanzada cultura.
Sus vestimentas, sus viviendas, sus costumbres y su arte llamaron la atención a los expedicionarios catalanes, ya que superaban en calidad y tecnología a todo lo que habían visto anteriormente.
Maqüina, Jefe de los Nuu-chah-nulth.
Tomás Suria. Lápiz sobre papel, año 1791.
Los Humanos de Vancouver quedaron asombrados al ver llegar a los grandes buques. Se escondieron en lo más profundo del bosque, pero enviaron pronto a sus emisarios, que entablaron gran amistad con los voluntarios catalanes.
A partir de aquel momento, el pueblo de los Nuu-chah-nulth y el resto de los habitantes de las llamadas First Nations de la actual Columbia Británica mantuvieron excelentes relaciones con nosotros.
Sus descendientes actualmente forman parte importante de los habitantes del Canadá, y su cultura es admirada y preservada.
Pediremos al Gobierno y a las entidades relacionadas con la cultura indígena de la Columbia Británica que nos ayuden para dar a conocer a todos los niños y jóvenes la historia y el arte de los pueblos que componen las First Nations.
Xilografía de Limmar. Año 1872. Los indígenas de Vancouver.
De este modo podremos explicarles cómo eran los pueblos de Humanos cazadores recolectores que habitaron Europa.
La tradición nos hacía suponer que eran gentes primitivas que cazaban con piedras. El descubrimiento reciente de la momia del Hombre de Ötzi, en los Alpes, datada de hace 3000 años, ya nos desveló que los Humanos prehistóricos europeos disponían de tecnologías sofisticadas.
Adentrándonos en la cultura de los pueblos originarios de Vancouver, entenderemos cómo era la existencia de los Humanos que vivían en el lago de Banyoles, de los que trabajaban en las minas de Gavà y la de los pueblos de cazadores recolectores de L’Espluga de Francolí o de Ulldecona.
Los arqueólogos están excavando sus antiguos asentamientos y cada año afloran vestigios de su pasado. No nos ha quedado mucho de ellos, pero merecen nuestra admiración, ya que son los antepasados de todos nosotros.
Seguro que los niños y jóvenes admirarán el arte de los indígenas del Canadá, y que muchos viajarán a Vancouver para conocer de cerca las maravillas de aquel paraíso.